Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

11.27.2008

Hi, I’m all wet, ¿May I come in?

Diagnóstico errado. Pasar por la misma puerta dónde creerá oler hogares ajenos. El dueño de casa piensa que ella durmió entre otras sábanas. Mientras ella miraba el reloj, buscando el momento de penetrar su morada.

Silueta pegada a la puerta, en el marco de la entrada, palpa las inexistentes llaves en su cartera con aroma a dama. Escucha la música que resuena en la habitación y sella sus labios conteniendo sus lágrimas. Voltea su cuerpo susurrando desencantada “diagnóstico errado, ¿darás a estos labios otro dueño?”.

Mientras él creía que ella blandía hirviendo sus internas partes contra pedazos de cuerpo, ella silenciaba su error entregándole su seno.

Sus dedos recorriendo mi piel clamándolo dentro, mis dedos relatando palabras perdiéndose en el silencio.

Ella se va, traspasando sus ojos abiertos. Llega a la distancia dónde se pierde el deseo. Ve sobre la pantalla un cartel perecedero:

Error 404: Prohibido no tocar.

(Ella solo quiere ser posesión de su recuerdo)

11.25.2008

Demoliendo la imagen de self-security

Te extraño.

Podría extrañar hacer el amor, añorar el néctar de la sensación más adictiva y sublime que tuve: tocar el cielo sintiéndote dentro.

Pero extraño tu compañía.

Es hipócrita omitir lo que significó la convivencia. Te necesito, la necesito. No podría negar que fuiste el mejor compañero que tuve. Más allá de toda discusión, momentos duros y silencios prolongados: estabas. ¿Cómo omito que siempre me cuidaste y acariciaste el cabello cuando me sentía mal? ¿cómo omito los juegos que bajabas por mí, las planificaciones de cumple mes, el modo por el que recordás cada palabra relevante que te dije? Puedo seguir sumando cada detalle del que te preocupaste para que yo fuera feliz, hasta llegar a la verdad más aplastante: por primera vez desde que estuvimos juntos, no lo soy.

Podría ponerle lágrimas, también, a lo buena compañera que fui. Tuve una impecable responsabilidad con la comida puntillosamente hecha, con mis modos de demostrar afecto, los dibujos y las poesías, la prioridad que te daba en mi vida y el modo por el que me centraba en la posibilidad de tener un futuro con vos.

Probablemente había grandes diferencias, pero fallé en los medios para intentar solucionarlas. Horas hablando con amigas y amigos, buscando opiniones y consejos mientras te dejaba afuera. Podría haberte dicho mis sentimientos, podríamos haber hablado las diferencias de base y –sin embargo- me limité al tajante juicio de pasar por tu puerta. Podrían haber sido relevantes lo motivos, pero me pregunto si no fueron más relevantes todas las cosas maravillosas que vivímos. La química perfecta, el compañerismo más pleno arruinado por no haberme comunicado de manera directa.

¿Qué pasó con todo lo que dejaste de lado por mí y todo lo que dejé de lado por vos? Mis diferencias eran paliadas por tu esfuerzo por mantenerte alejado de lo que me dañaba y viceversa. Fallé en la estúpida independencia que me nace al pretender hacerme cargo de todo problema y defecto que surja, sin confiar en tus palabras y en tu urgencia de ser partícipe. Si estabas tan dentro mío, ¿por qué no te dejé quebrar la barrera de mi individualidad?
Todo lo que di y todo lo que diste valían mi maldita incapacidad para pedir ayuda, valían mi estúpida necesidad de no necesitar nada, por considerarme responsable del 100% de las cosas que suceden.

Me pregunto si el día que me fui realmente me habías dejado de amar. Me pregunto si algunos de los dos tuvimos tiempo para borrar algo más que los recuerdos negativos que se disfuman cada vez que notamos que había cosas realmente importantes: decir esto, por ejemplo. Pensar si, quizás, no me amaste tanto o más de lo que creo.

11.21.2008

Reflexiones sobre el cisne

Los niños manifiestas obsesiones por objetos ante los que proyectan una identificación. Por ejemplo, es usual el fanatismo con los dinosaurios, ya que el dinosaurio representa un reemplazo o superación de la imagen de héroe paterna. Recuerdo mi mayor obsesión simbólica: el cisne.

Poseía ya a la edad de cinco, dotes artísticas que nunca me ocupé de desarrollar: era excelente dibujando o copiando a mano. Recibía pedidos diarios de dibujos a libre elección o copias de personajes concretos. Solía satisfacer los pedidos, a excepción de una exclusividad que conservaba para mí: un cisne blanco con un anillo circular negro sobre su cuello inclinado, y un agudo ojo delineado observando al espectador.

Recuerdo también que me han preguntado por qué me apasionaba tanto ese bello animal. Mi respuesta fue que amaba su lealtad, su elegante distinción, su mirada aguda e imponente, su penetrante majestuosidad y fragilidad. Me preguntaron por qué elegía dibujarlos con su cuello doblado. No sé, exactamente, qué respondí. Pero sí sé aún qué es lo que me causaban al verlos bajando su cuello, tan relucientes y tan imponentes pero conjugando gestos de virtuosa humildad.

Hace poco rememoré una historia leída en la Selecciones Readest Digest cuando niña. Un cisne de cuello negro había perdido a su pareja en manos de un cazador, cuando un lugareño que pasaba por sus pagos lo recogió. Al ser la naturaleza del cisne reemplazar a su pareja cuando pierde al compañero de toda su vida, este cisne se enamoró de su dueño. Graznaba en el horario en que él volvía de su trabajo, y hacía una perspicaz danza batiendo las alas. Cierto día en que hubo una gran nevada, su dueño no pudo llegar a tiempo a casa. El cisne salió a buscarlo y se perdió en la nevada.

Años más tarde, manifesté una lealtad muy similar con la gente que estimo. Aún así, me sentí identificada con cualquier otro animal antes que con el inocente cisne. Zorro rojo, Morpho Aega, Beta Splendens… sin embargo, el otro día volví a leer que existe una sola cosa que quiebra en llanto a toda persona que lo escuche. Dicho por los mismos cazadores, en su sangre fría hierven las lágrimas de dolor cuando se quiebran al oír el canto del cisne muriendo. Si, por error, una cazador dispara sobre la vida de este animal, el mismo cae dando vueltas circulares y muere en un sonido agudo y perforador.

Me pregunto si, quizás, al describir los motivos por los cuales me sentía identificada con el cisne, no olvidé algo más importante: morir con profundidad, ser bello hasta en el dolor.