Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

7.23.2007

Yo vengo de contracorriente: Homenaje a Caloi.

Se murió Fontanarrosa, sí, todos nos enteramos y qué lo parió, como dijeron Don Inodoro abrazado a la Nelly y Yo Matías en una muy inusual tira.

Me gustaría poder rendirle homenaje a un grande, pero para ser honesta conmigo misma, prefiero los homenajes en vida que a mi parecer tienen una carga ética mucho más fuerte que el vangloriar a la persona en muerte. Siempre pensé que no tiene sentido darle los laureles a alguien una vez su deceso, considero que no existe posibilidad (al menos desde mis creencias y perspectivas) de que ese homenaje tengo un peso.
Pero, por que no admitir, la muerte de un grande me lleva a pensar en otro grande, la muerte de un grande no me quitó de la cabeza el sentimiento de pesar que habría tenido en caso de que fuera otro el nombre, aquél que cuando niña me ha hecho embelezarme horas en frente de la tv imantada por su capacidad creativa, por esas líneas en su tinta que llevaban al infinito de la mente, por esa tinta precisamente denominada: Caloi en su tinta. Probablemente lo haya visto a la edad de 5 años, edad en la que ya hemos tenido contacto con el arte, pero recuerdo con límpida memoria que marcó un antes y un después en mi vida, fue cómo leer el principito a los 6 años por primera vez y sentir que pentraba a un mundo que iba más allá de dónde creía que la realidad me podía llevar: la imaginación solo iba, yo la seguía.

http://www.caloi.com.ar/ este es su sitio.

Debo de admitir que Clemente nunca me llamó la atención más allá de deducir que es un Kiwi cruzado con una Jirafa con look más bien de taxi. Pero no dejé, en todos los años sucesivos a Caloi en su tinta, de sentir que en sus tiras semanales en la viva faltaba algo. Ese algo es esa mágia resoluta que penetra cuando uno ve Caloi en su tinta, que precisamente es mágia por ese arte de lo inefable.

No tengo una puta palabra descriptiva.

Pero aún así tengo mi modesta intención de rendirle homenaje a algo que, con mi mayor indignación, siento que tendría que haber sido editado y difundido.

Por otro lado me resigno al privilegio de haber sido de aquellas pocas personas que aún recuerdan Caloi en su tinta. Ojalá el programa en paz no descance, porque no descansaré hasta conseguirlo al menos por internet.

Un grande Caloi, y es un grande vivo.