Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

5.17.2007

Sucker Love


En la bandeja de entrada, un mail erótico.


Ondeo un poco el humo del cigarrillo, como corriéndome un poco, mientras el ser corría del todo en la escritura. Hacía un espacio.


Coma, punto.


Las fotografías sin flash. Ese regalo perturbante de un momento iluso, un poco de berretin de cabaret, un saco entrecerrado, dejando en sus corresponales la tentación.


Una silueta más que dibujada, una silueta recordada, un momento que se graba y deja de ser esporádico cuando él lo sella entre sus manos.


La dedicación un poco perniciosa. La masturbación compartida en las letras, que ondean un poco, como el humo del cigarrillo.


El humo saliendo de mi boca entrabierta, mientras se captura la imágen que estuvo entre tus imagenes en ese preciso insante, imaginar mi humo saliendo de mi boca, jugueteando un poco con el saco, entremezclandose con mi labial corrido ¿por quién?


La duda. El sí.


Brindo el sí, como si brindara con una copa rota que anhela no poder.


La mirada clavada en el espejo de este momento y el recuerdo de él. Las estrellas omnibulando la luna.


-Mirá, mi amor, mirá que noche tan perfecta... -le digo en la distancia.


Dicen los que no saben, para que la noche sea perfecta, el humo no tendría que ser de un cigarrillo.


Y vos, entendés, entendés en el silencio de ese humo, en la bandeja de entrada vacía de mails galanteandome.


Quiero ser Suya, mientras la música suena en el silencio, mientras este cigarrillo se apaga, y vuelvo a su recuerdo,


recordando sus manos, con esa melancolía del sí que le dí al cigarrillo.


Pero firmo,


Beso Su mano,


y firmo...


Nathalie X.

10 things I hate about me (I love you baby – myself soundtrak)

1. Caprichos. Que quiero y ¿Qué quiero? No importa, pero quiero, me chupa la c***** dios, los testigos de jehová, los límites, el sol, la posición de los planetas. Quiero y punto.
2. La adicción al collar de ahorque. La disociación y las endorfinas y la boca entreabierta gimiendo entrecortado porque la sofocación no deja espacio a nada, excepto al placer.
3. La vestimenta; como si fuera a quién sabe qué fiesta de disfraces setentosos, rococó, glam o cabareteros.
4. La maldita pasión por las letras. Mi mejor amante, la mente. Mi mejor compañía, el hablándome todo el día. Sí, decime, decime de nuevo, de nuevo, otra vez, en replay pero diferente, decilo.
5. Esas miradas que eluden. Esa voz que se quiebra. Esos sentimientos que se ocultan, despacio, detrás de los ojos que transparentan la incapacidad para mentir.
6. Los labios. La mordida en los labios. Los labios mudos diciendo demasiado más.
7. El fetichismo. Las manos de ella. Las cosas que bajan, debajo de los deseos, debajo de la ropa, la fantasía mientras balbucéo un par de palabras de intelectualoide barata y, mientras tanto, detrás de los balbucéos pienso, en paralelo y simultáneo, en las manos, las manos de ella, los labios de él.
8. La tos premeditada. –Disculpá, tengo que ir al baño –digo. Y toso, lentamente, como esperando a que me sigan y…
9. La fantasía de violar las fantasías, en un baño, en un elevador, en un lugar esporádico e inaparente de ser violado… las partes traseras del Centro Cultural Recoleta. Esto también es cultura, queridos míos.
10. La música que me eleva por sobre los 65 volúmenes de la música.

Rape me, again. By Nirvana lyric.

EEG: electrico encefalo gimiendo el placer del pensar.

Carajo. Me tenían que pedir que cierre los ojos...

Yo no cerraba los ojos y me quedaba en reposo desde... ya ní recuerdo. Lo que sí recuerdo es lo que generaba. Mil ideas juntas, una pisándose a la otra, voces de la gente conocida, superposición de voces, ideas, cuentos.

Sí, es que hipercarburo. Para mí es simple, lo expreso en la verborragia cotidiana, ya sea oral o escrita. Por eso no cierro los ojos.

Se lo expliqué a la medica y me dijo que trate de poner la mente en blanco de vez en cuando.

Ella no entiende que las veces que intenté poner la mente en blanco, solo quedaba el color negro y ese azul eléctrico que se superpone con el negro, creando formas, superponiéndose unas sobre las otras, poseyéndome como en un limbo, como en un área supra humana, un viaje psicodélico en la lucidéz.

Me explicó que a veces hay disfunción de los impulsos eléctricos del cerebro.

Hipercarburación, bah.

Yo no puedo estar sin hablar o, sencillamente, es mi cerebro quién me habla. Mi hombre. Y yo le contesto, fiel a mi hombre.

Es así y siempre lo fué.

¿Eso es una disfuncionalidad? ¿Quién juzga los parámetros por los cuales un cerebro carbura? ¿Quién sabe como se manifiesta la consciencia en una persona?

O quizás sea el inconsciente, manifestándose, planteandome una conversación puramente acelerada a mí misma.

Pero es mi amante, mi mejor amante, el único que me conoce y sabe hacerme entrar en éxtasis, aquel que plantea sufragar el vacío y dejarme en intimidad pura: yo con mi mente.

Nosotros solos.

Me habla, me crea cuentos fantásticos, le habla a los que no les hablo, juega, bromea, plantéa cosas filosóficas profundas, va, viene, vuelve, me deja, no me deja... no, no me deja un minuto sola.

El silencio, silencio externo, esa perfección en la que no estoy en silencio.

Y será porque el mundo lúcido no es el mundo de la oniria.

Cuando cierro los ojos, ahí, es como si me acostara con mi mente y le dijera que me haga suya, que haga lo que quiera conmigo, que yo le sigo el juego. Un juego que no tiene final del juego, porque luego me duermo y vienen esos sueños, esa oniria fantástica que crea ciudades, pianos tocándome, la usual noche obscura, los besos, los dedos, la piel, las voces que parecen venir de los ecos, los recorridos por lugares maravillosos que quién sabe si existirán y quizás existan o hayan existido.

Le digo: viajes astrales.

-Puede ser un trastorno convulsivo -me dice.
-¿Convulsivo de? Si mi resonancia magnética salió a la perfección -le replico.
-Porque no es físico sino funcional, no se expresa con convulsiones sino con aceleración -me dice.

Ahora, ¿eso es una enfermedad?

A mi no me quitarán lo que tanta vida me da. Esa reflexividad resultado de esa infomación. Esa información que baja cual catarata. Esa catarata que se expresa cual catarsis.

"Hago catarsis"

Sí, hago catarsis de mi mente.

A veces le cedo el espacio a él.

-Pase, caballero, escribamé -le susurro.

Y el lo hace, lo hace como el mejor. Es tan perfecto. Esa sensación inagotable, ese carrusel fervoroso de emociones, de ilusiones, de dichos, de palabras no explícitas, de pensamientos que se pisan y derivan en todos sus carriles...

Jugando una vez más, como cuando de niña miraba el cielo y ahí comenzaba el viaje, ahí cuando, curiosamente, comenzaba la pregunta de dónde termina.