Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

11.21.2008

Reflexiones sobre el cisne

Los niños manifiestas obsesiones por objetos ante los que proyectan una identificación. Por ejemplo, es usual el fanatismo con los dinosaurios, ya que el dinosaurio representa un reemplazo o superación de la imagen de héroe paterna. Recuerdo mi mayor obsesión simbólica: el cisne.

Poseía ya a la edad de cinco, dotes artísticas que nunca me ocupé de desarrollar: era excelente dibujando o copiando a mano. Recibía pedidos diarios de dibujos a libre elección o copias de personajes concretos. Solía satisfacer los pedidos, a excepción de una exclusividad que conservaba para mí: un cisne blanco con un anillo circular negro sobre su cuello inclinado, y un agudo ojo delineado observando al espectador.

Recuerdo también que me han preguntado por qué me apasionaba tanto ese bello animal. Mi respuesta fue que amaba su lealtad, su elegante distinción, su mirada aguda e imponente, su penetrante majestuosidad y fragilidad. Me preguntaron por qué elegía dibujarlos con su cuello doblado. No sé, exactamente, qué respondí. Pero sí sé aún qué es lo que me causaban al verlos bajando su cuello, tan relucientes y tan imponentes pero conjugando gestos de virtuosa humildad.

Hace poco rememoré una historia leída en la Selecciones Readest Digest cuando niña. Un cisne de cuello negro había perdido a su pareja en manos de un cazador, cuando un lugareño que pasaba por sus pagos lo recogió. Al ser la naturaleza del cisne reemplazar a su pareja cuando pierde al compañero de toda su vida, este cisne se enamoró de su dueño. Graznaba en el horario en que él volvía de su trabajo, y hacía una perspicaz danza batiendo las alas. Cierto día en que hubo una gran nevada, su dueño no pudo llegar a tiempo a casa. El cisne salió a buscarlo y se perdió en la nevada.

Años más tarde, manifesté una lealtad muy similar con la gente que estimo. Aún así, me sentí identificada con cualquier otro animal antes que con el inocente cisne. Zorro rojo, Morpho Aega, Beta Splendens… sin embargo, el otro día volví a leer que existe una sola cosa que quiebra en llanto a toda persona que lo escuche. Dicho por los mismos cazadores, en su sangre fría hierven las lágrimas de dolor cuando se quiebran al oír el canto del cisne muriendo. Si, por error, una cazador dispara sobre la vida de este animal, el mismo cae dando vueltas circulares y muere en un sonido agudo y perforador.

Me pregunto si, quizás, al describir los motivos por los cuales me sentía identificada con el cisne, no olvidé algo más importante: morir con profundidad, ser bello hasta en el dolor.