Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

10.20.2007

La insuficiencia de las construcciones culturales del vocabulario + Marina geburstag

La verdadera amistad tiene un momento de silencio muy ruidoso. Es exactamente cuando hay que usar la palabra te quiero. Soy una obse de la meticulosidad de lo expresado y no me refiero a sintaxis ni semántica sino algo más profundo, una cuestión de responsabilidad con la carga del discurso y su repercusión.

Lo curioso es que querer, en alemán, es un verbo modal, y no existe nada más preciso que eso. Los verbos modales como möchte (querer), wollen (desear), dürfen (tener permiso), sollen (tener que por obligación externa), müssen (deber, por obligación autoimpuesta), können (poder) son un mundo aparte, inclusive gramaticalmente hablando. Por empezar, son verbos que exigen obligatoriamente otro verbo. Se construyen de distinta forma, el “modalverben steht auf position zwei, subject steht auf position eins und verb im infinitiv am ende”. Es decir, no conjugamos el verbo que implica el verbo modal sino que conjugamos el modal en relación al sujeto.

Todo esto no tiene demasiado que ver excepto por el dato curioso, querer como muestra de afecto no existe. Se dice Ich liebe dich, que viene de liebe que es amor. Claro que no se traduce “yo amor tu” sino que liebe podría ser una primera persona de lieben, aunque desconozco si existirá como verbo.

No tengo mayor conocimiento respecto de los casos en otros idiomas pero me resulta curioso que no haya un distintivo en los “niveles de afecto”. A su vez me siento bastante perturbada porque yo misma, en nuestro idioma, siento que “querer” es un verbo posesivo, que implica una acción secundaria ¿qué es lo que quiero? El objeto de mi afecto “quiere ser poseído por mí”, lo anhelo como parte mía, es decir, parte de mi vida.

Me resulta complejamente fuerte.

Hasta cierto punto prefiero el verbo amar, porque implica un estadio del afecto mucho más sano: siento amor por esta persona, cariño, me importa que esté viva, quiero que esté bien, le deseo que sea feliz. Es claro, pero a su vez multidimensional. El problema que tenemos en Argentina (presumo que en todo país hispanohablante) es que al término “amar” se lo toma como algo grandilocuente, como una cosa tajantemente determinante, una promesa, un lazo sagrado… tampoco creo que sea tan correcto tomarlo desde esa perspectiva. Amar implica algo más importante, irradia esa postura de fidelidad de sentimiento pero a su vez se aplica, con mesura, a la libertad. Amar no exige ser amado, ni siquiera correspondido, aunque es más sencillo amar a quién nos ama. Querer implica algo más superficial, probablemente más ligado a las exigencias a las que nos lleva ese deseo de querer “algo”. Tal y como el alemán lo exige en su gramática, se quiere una cosa, poseer una cosa. “Ich möchte dir haben” sería apropiado, más no “Ich möchte dir”. Un alemán te miraría consternado y te preguntaría: Was möchte du mir?

A veces siento algo parecido.

Los silencios hacen ruido.

El silencio de no poder decirle te quiero a mi mejor amiga en su día de cumpleaños… el ruido que haría decirle que la amo… el silencio de decirle te aprecio… el ruido de decirle que la necesito… el silencio de no decirle nada, porque ya sabe todo, porque a veces las palabras son, oficialmente, un recurso torpe y sesgado, una construcción cultural que no nos permite habitar las emociones que residen dentro nuestro.

… aber sie wissest Ich könne nicht ohne sich meine leben denken.