Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

5.26.2007

La noche sin vos.

Creo que la noche termina en soledad.

Cuando susurran, ciudad 0, noche 0, bandejas de entrada de más ceros susurrando a una persona.

Creo que la noche termina en un susurro, cuando se callan los gritos que, silenciados, aquejan este grito.

Decirte algo, quién sabe qué, solo para llenar una suerte de impregnación de mis dedos sobre su piel, susurrando otro nombre, otro grito, otro pedido casi escueto de silencio.

Decir, ¿qué decir? ¿Y ustedes que querrían que diga?

Qué el humo del cigarrillo aún sale por mi boca, un minuto luego de fumarlo, paseándose por los pulmones de la creatividad que suspira sus gemidos sobre mi almohada, su perfume sobre mi sábana, deseando que fuera Él y no tus cabellos gimiendo, ese gesto que domino despacio con mis dedos interviniendo tus intenciones de tocarme.

Pero toco, me toco sutilmente, me río, un despecho de la belleza, vos inmortalizándome en una foto, tu Dama en el flash de una cámara congelándome despacio, una mirada, los dedos jugando con el cigarrillo, el deseo de Él sobre mi almohada y la ausencia, que no, no está Él, eso no es cierto.

Es solo sexo, un juego meloreador entre mis palabras, un juego de jugarte, de tenerte, muñequita de porcelana de ojos grandes y enormes y te miro y sonrio, lentamente, recuerdos de las palabras que ayer he tipeado: jugar a las muñecas.

Luego vos, que venís y que me abrazás y mi mente se disfuma suavemente, viaja a otro lugar, a otro momento y a otro abrazo y te abrazo fuerte como queriendo abrazar un recuerdo de sus manos, de mi apoyada contra su virilidad gimiendo que no me deje así, que no me vaya en ese taxi, que no lo diga.

Está bien, me voy, así son las cosas, me tenía que ir por respetarlo, por quererlo quién sabe un poco más de lo que debería y comprender que no podía, que no habría estado bien...

Pero luego me fuí y se fué, dejando ese humo en mi mente, que me disfuma suavemente y juega conmigo, mientras yo decido jugar con otro porque en realidad...

En realidad el juego no se terminó, fue ese fuego que quedó sin consumirse, consumiéndome por dentro despacio, deseando mi mirada sobre este espejo, fantaseando con su mirada y tenerlo adentro mío, rozando mis partes ilegibles, esas que no escribo y solo a Él le he confesado.

Entre confesiones, tampoco he confesado, solo fue una manera de jugar a tenerte en otra.

Yo ya lo he dicho...

... las mujeres poseen una particularidad a la hora del orgasmo, el rostro no se define demasiado bien en el placer, sino más bien en una suerte de dolor, como si las estuvieran destripando, descuartizando en pedazos dedo a dedo, penetración a penetración, y luego fueran a partirse en mil pedazos, en una magestuosa explosión de: Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh.


Y te pregunto: Linda, ¿¡Estás bien o te estás muriendo de dolor!?


Y me respondés: Me encaaaaaAAAAAAANNNNNTAAAAAAAAa a aah ahhh aaahhh ahhhh AH!


Como qué sí, como que te estás muriendo del placer en un extremo en el que van a estallar todas las galaxias.
Yo te miro, perpleja, con una suerte de ternura, y voy más despacio, a ver si te me quebrás.
Después salgo, en portaligas, me fumo un pucho, entreabro la boca y tiro el humo, y la entreabro porque no le permití nada a tus dedos, no querida; no, es marca registrada, no tocar, no jugar, NO.


A ver si nos entendemos: Dominación.


Quietita y a ver, a ver, abríte de... A ver...
Ahora de nuevo, otra vez ese rostro que casi, casi, me asusta, esa carita inocente y febril como si te estuviera cortando y lamiendo la sangre, como si te estuviera tajando profundo y hondo, más y más hondo entre la humedad de las paredes (... de la habitación) y giran, más y más rápido y vos intentás tocarme mientras que tu voz se escucha desde el tercer piso pero no, no querida, que no te pregunte: Ah! ¿No te pregunté?


¿Qué le vas a decir a tu novio a todo esto?


Mejor nada, por favor, para problemas.


Decile que estabamos viendo el mago de oz, al fin y al cabo fue magia, entre Dorothy cantando: Somewhere y encontrando tu somewhere unas varias veces, que se que está a ver... acá, a 6 centímetros o menos en ese hueco y lo sé por tu rostro y tus uñas clavadas a mis hombros como quebrándome porque te estás quebrando en una expresión congelable: Casi la muerte del placer.

Por eso.


Un orgasmo es el momento en el que está por morir el placer.


Para congelarlo ahí y no preguntarte demasiado más, después de tus ademanes, tus palabras, tus abrazos y, quizás...

Vos tampoco deberías de preguntar nada, algo así como alguien de quién te he hablado porque quizás, en mi mente, mientras te penetraba con toda esa pasión comprimida, tenía otra cosa en la cabeza.


Corrijo: Tenía a otra persona en la cabeza.