Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

8.14.2007

Dust

El 10 de Octubre del año 2006 comencé una novela morbosa.

Me basé particularmente en el concepto de que el erotismo, así como puede estar profundamente ligado a las perversiones sexuales, también puede estar ligado a la morbosidad, ya no hablando de las parafilias de violencia sexual sino más bien del impulso natural del humano de muerte, descrito por Freíd, y considerado por mí un factor probablemente estético.

La base sobre la que se sienta la novela es la de Irina, una niña que es considerada “anormal” por la psiquiatría debido a que tiene sueños tan intensos que se sumerge en ellos al punto de decidir que su modo sensitivo en los sueños es tanto más fuerte que la realidad hasta no poder distinguir que la realidad fuera realidad, sino estar convencida de que en los sueños vive, que hay una ella que se trasporta a otros mundos igualmente –o más- reales, y que algún día cuando muera será polvo perecedero, aquí, en este mundo que todos llaman real, pero será eterna en aquel sueño en el que se sumerja por siempre, donde no habrá tiempo sino que se congelará en un mundo propio. Por la eternidad.

La descripción de la novela tiene que ver con episodios de sueños y su gran intensidad, en contrapartida de los momentos en los que está despierta en los que sus conversaciones, si bien siguen un hilo lógico, son casi psicóticas, está convencida de que sigue viva en otro lado y que el único sentido es volver a tales lugares cada vez que pose sus párpados.

La medican con barbitúricos.

Finalmente muere de sobredosis pero queda viva en el sueño en el que estaba, por siempre viva.

Mientras que escribía la novela leí “Tlön, Ubqbar, Orbis Tertius” de Jorge Luis Borges. La frase perfecta: “Mientras dormimos estamos despiertos en otro lado, y así, todos los hombres son dos hombres”.
Dicho momento concordó en un momento de mi vida en el que empecé a tener una intensidad tan fuerte de la oniria que lo irreal se volvió real solo por su nivel de irrealidad.

Me despierto cada día quizás más y más convencida de que me estoy convirtiendo en Irina.

Algunos de mis cuentos hablan también de esa experiencia, comenzar a tomar un rol de la novela, ser descriptos en la vida real por las páginas, por el pensamiento de otros.

Sí, tengo algo de Irina, algo que se está convirtiendo en real y me está formando por las noches, la desesperación al abrir los párpados y darme cuenta de que estuve ahí, jurar que estuve ahí y que ese lugar existía y era demasiado monumental y perfecto y aquellos colores y el nivel de detalle y el cansancio físico al despertar por las mañanas y sentir que la aventura fue demasiado fuerte, que ahora ya no me da el cuerpo para seguir de largo luego de dormir, que necesito de una vez dormir pero dormir realmente como aquello llamado reposo y no como ese tipo de alucinación, locura y frenesí que representa la oniria y todo tan vivo, tan vivo que quién podrá justificarme que no es real.
Sé que estuve.

Lo sé porque lo sentí.

¿De dónde sacar una sensación si no es por los 5 sentidos?

Nuestro motor de toda sensitividad y juro, por favor juro, que lo sentí, todos y cada unos de los momentos y mis pensamientos y…

Cuando duermo estoy despierta en otro lado.

Hasta que me convierta en polvo perecedero y quizás quede congelada por siempre dentro de mi último sueño.-