Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

11.11.2007

Depresiente.

La primera vez que fui a la psicóloga ella pretendió que yo establezca las metas del análisis psicológico (distinto del psicoanálisis que es Freudiano). Le planteé que yo pretendía empezar a poder expresar mis emociones, decir “te quiero” sin sentir una tormentosa inseguridad que me asediara con ansiedad. Felizmente pude hacerlo, pude comenzar a expresarme.

Su MO es preguntarme lo que siento, recurrentemente, cuando le cuento las cosas que me pasan. Es curiosa mi tendencia inherente a replicar con análisis meticulosamente racionales, a lo que ella, sin desistir, vuelve a cuestionarme mis sentimientos y no lo que sería apropiado sentir o lo que debería ser.

Rápidamente sacó a la luz un patrón: si bien mejoré en expresar las emociones positivas tengo una alta falencia para expresar el dolor o la ira. Dejó la punta del ovillo varias veces insistiendo en que me plantee mis modos de procesar las emociones negativas, a lo que mi respuesta, patética desde un “vamos”, fue: me tomo uno o dos “valium”.

Ayer mi madre se dedicó a quemarme las neuronas (cosa que yo hago sin ayuda) porque el lavabo de la cocina estaba roto y yo olvidé la cuestión, poniendo un plato a lavar y sirviéndome un vaso de agua. Le contesté mal, bajón al margen, a lo que ella prácticamente comenzó a llorar (o a poner esa voz manipuladora de pobre madre masacrada por una vida de trabajadora insufrible) y yo me limité a encerrarme en la habitación (luego de su “sugerencia” de mandarme a mudar de la casa).

Me desperté 4 pm.

Apenas pude razonar en donde estaba, ella comenzó a gritar porque había agua, nuevamente, en el lavabo. El novio le respondió que él no lo había abierto, a lo que ella entró abruptamente en mi habitación y comenzó a gritarme si yo había abierto el lavabo. Fui honesta: no. Comenzó a culparme de mentirle descaradamente en cara hasta que yo sugerí que le volviera a preguntar al novio si fue él quién echó agua en el lavabo. Esta vez su respuesta fue afirmativa.

Progresivamente, durante el día, fue decreciendo mi estado anímico hasta que, minutos antes de escribir este texto, fumé un cigarrillo y recordé porqué me había despertado tan tarde: tuve un extenso sueño en el que la asesinaba.

Pensé: ¿qué siento ahora?, notando que, dentro mío, recorría ese veneno negro por la sangre de mis venas, esa sensación caóticamente mórbida de querer matar, de querer destruirla y tomar su cabeza, agacharla contra la lacena y golpearla hasta que muera desangrada.

Pero no sé que siento.

Todavía no sé que siento.

Siento eso indescriptible de querer herirme por no herir, de querer gritar de algún modo complejo que se exprese con cortes, con una buena dosis de vodka, de fantasear con irme y no oír a nadie más nunca, de sentir que ya nadie me quiere, de que no hay quién me abrace en este momento sin poder considerar tal cosa una nimiedad…

Pero hay algo que excede el tener que enfrentarme a mi madre y es tener que lidiar con mis emociones, aquellas que no describo, aquellas que no controlo, aquellas que no asesino: son esas que me matan y me asesinan a mí.

De envoltorios fucking perfectos… a un costado: vacíos por dentro.