Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

10.07.2007

Libre asociación de poliboludeces

Humeante té de dulce de leche y frutos rojos. Cada vez que me hago un té sufro.

O de repente oír la TV prendida en… ¿por qué TV va en mayúsculas? ¿alguien notó que TV se lee “Te ve”? A mi me paranoiquea. No es que sea el prototipo de mujer que anda paranoiqueando por ahí, de hecho, intento que al salir con escote a la calle mi mirada no recaiga en la mirada de aquellos con los que me cruzo, pues, como bien dijo un amigo, paranoiquearías mucho, querida.

Pero la TV tiene un bebé africano meciéndose frenéticamente en una cama hawaiana. Me asusto. O no. Me indigno. Pobre criatura. Nunca me puse a pensar, deliberadamente, si soy o no disgregadora. Por algún motivo los comportamientos ajenos, culturalmente hablando, me dan escozor. Comer hormigas por ejemplo. Comer ranas. Comer caracoles.

Cuando era niña coleccionaba caracoles. Contaba, como buena obsesivo-compulsiva, su cantidad todos los días. Cuando uno crecía, temía que fuera a devorarse a algunos de sus pares, ya que solía coleccionar aquellos que no crecidos. Lo eliminaba del terrario. Agregaba otro. Exactamente 36 caracoles debía haber siempre. O las hormigas. Cierto día leí que las hormigas no traspasaban las líneas de tiza (por eso se pita a los árboles con pintura blanca o algún menjunje de tiza, cal y agua.

José (pleintderien.blogspot.com) comentó una vez que en una prueba, algo así como “sociología”, preguntaron: ¿Qué harías si te encontrás con que una tribu africana pone a sus hijos en una caja para que los devoren las hormigas? Por eso, creo que no me gusta demasiado la policulturalidad. Es decir, en realidad no me molestan las culturas, cosa que me apasiona, sino más bien las religiones. De todas maneras no sé distinguir si esa pregunta de sociología la soñé o sucedió.

Estoy teniendo un grave problema de disgregación de los sueños con la realidad. No me acuerdo qué demonios soñé y qué demonios viví, aunque tengo la seguridad de estar soñando demasiado con paredes celestes y peces muertos.

El celeste es un color que no me gusta, aunque creo que tendrá que ver con un instinto maternal de querer tener un hijo algún día. Aunque va a ser hija, eso de seguro, y se llamará Selina, eso de seguro. Selina es color celeste. ¿Nunca relacionaron un color con un nombre? Por ejemplo, Natalia es color marrón. Terracota. Mi hija se llamaría “Ayla Selina”… todo en azul, igual que mis sueños o igual que cuando la sueño (y tiene ojos claros).

Hablando de hijas, mi profesora de Alemán quiere que aprenda a pronunciar “Ich”. Dice que hablo Alemán como si estuviera en un campo de concentración dando la orden de asesinar a alguien. “No es IJJJJJJJJJJ! Es iiiiiij, como en hijito”. Supongo que tendrá algo que ver con el tono de voz con el que se expresan en mi familia: Juntá, hacé, decí, vení… nunca condicionales, nunca “juntarías, harías, dirías, podrías, vendrías”.

A veces me siento, más o menos, así, en un campo de concentración. Mi refugio son los libros, y mi catársis la libre asociación…

Ese orgasmo que tengo cuando empiezo a escribir sobre un té de dulce de leche y termino en cualquiera.

¡Aaaaaah la liberté!

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