Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

5.29.2007

Eat you alive

Vos, muñequita de porcelana de ojos hermosos, de cabellos tan negros y miraditas y gemidos y muñequita. Eso.

Eso es más que estás letras, es más que tipear alguna crueldad, estos mismos dedos que te penetraron las emociones y, para colmo, te penetraron adentro, un poco más adentro de los adentros que me gustaría haberte hecho.

Porque es así, sentadita al costado de mi cama y mirándome endeble y anonadada, admirando mi belleza, mis gestitos tan locuaces, mis manos acompañando a la voz que no conocés porque no conociste jamás mi llanto ni vas a hacerlo.

Suponé, visulumbrá un cristal enorme.

Visulumbrá un espejo. Mirá a una Dama parada en frente, con los labios bordó suspirando y negando con su cabeza la noche que inagura el verdadero yo.

Bueno, imaginalo porque solo vas a imaginarlo.

Una imagen mía que no van a ver, ni vos ni nadie, no quiero ¿entendiste?

Un abrazo, ok, un abrazo, tus brazos rodeándome y apretándome fuerte, tu boquita de puta balbuceándo: Sos tan hermosa.

Sí, bla bla bla, soy soy soy: soy eso que te quiero mostrar.

Paradita, inocente, inhabitable.

Eso, la última palabra tomémosla como mi voz: Inhabitable.

Es que así es mi cuerpo, querida.

Imaginá de nuevo y ponele un nombre: Desierto de nadie.

Imaginá un cartel que dice “Nadie” y una flecha que va directo a mis adentros, una flecha que entrecruza un corazón que quiero que entrecruce, mirá mis dedos, esos que te pentraron pero no esos, mirá mi manito izquierda, esa que tiene anillo. ¿Lo ves? Se llama “Anillo de automatrimonio” anillo de compromiso con la libertad, libertad que estuvo siempre.
Imaginá un piso árido de emociones, un piso llano, liso, interminable y magnífico que me censura a Ser. Imaginate eso e imaginate ahí, hablándole al eco, diciéndole al eco que no me podés sacar de tu cabeza.
Imaginá ahora mi sonrisa malévola, esa sonrisa que pocos conocen, las cejas levantadas, la boquita entreabierta, los ojos entrecerrados, la lengua humedeciendo el labio superior y la risita mientras mi cabeza se mueve, lentamente, de un lado al otro.

Imaginate lo que pienso o mejor no lo imagines. Mejor ni quieras imaginarlo, muñeca.

Mejor… mejor imaginá mi boca, nuevamente, sobre la tuya, penetrándote con la lengua, humedeciendo tus labios, jugando, moviéndome, diciéndote que no. Imaginate ese no.

Ahora imaginate una puerta al final del recorrido.

Levantate. Movete despacio, como en un camino sospechoso de ser recorrido, como algunos gritos agonizantes a los costados, súplicas, palabras bonitas quemadas por mi encendedor interno que las mutilan, palabras descuartizadas en 20 partes y masacradas por una risa ilegible: estúpidos.

Ahora, acercate a la puerta, vela de lejos, de roble, sencilla, añejada y con algunas astillas que se clavaron junto con la flecha y… te acercás.

Ves las cadenas. La ves clausurada.

Movés la manija, una, otra vez.

Nada.

Golpeás.

Nada.

Golpeás.

Ya voy, me lavo las manos y voy, te digo.

Muevo ligeramente la comisura de mis labios hacia la derecha, como siempre. Hago un pequeño gestito pícaro, me muerdo el labio inferior.

Abro.

Entrás a un cuarto. Las paredes revestidas de piel cortada, los cortes de otros que ya mutilaron mis gritos y mis llantos y Romina, no te olvides de Romina y el rojo de sus uñas, de Maricel y las rosas rojas, los pimpollos que florecen y se mueren al rato de alguno de sus ademanes que cortaron otra vez la piel.

Imaginate un tatuaje en la piel: Warning.

Imaginate esa piel que perteneció a ellas dos y luego a nadie, a ninguna mujer más porque… imaginate que a esa piel la incendiaron de tanto jugar con fuego, un fuego que consumió toda lágrima y ahora la piel está seca de placer, ahora sus venas agilizan el veneno que suavemente sale por mis labios.

Bien.

El piso.

Pisás suavemente y sentís un crujido.

¿Ves? ¿Podés verlo?

Bajá la mirada.

Pisaste un cadáver. Uno. Dos. Tres. Los huesos fueron ese crujido, los huesos de un cuerpo de 42 kilos que podría haber muerto cuando Romina derramó una lágrima mientras decía que me amaba pero yo era mujer, muy mujer, demasiado mujer para el hombre que deseaba.

Escuchás a lo lejos un llanto intermitente y concentrado, como una sopa de lágrimas espesas, un grito desesperado y el sexo violento con su novio, un grito desesperado de tenerla y luego acalla toda la habitación.

Se reviste de negro.

Las rosas de sus paredes se marchitan.
La luz de sus velas se apaga.

A lo lejos se escuchan tres campanadas.

Mirás, me buscás, no estoy.

Del otro lado un vidrio y me ves, tirada en el piso, con la mirada perdida cosiendo mis venas cortadas.

No podés ver lo que hay en el fondo de ellas, Selina (o Darina, eso lo iba a decir el destino que no fue destino), ellos tres penetrando mi más amargo trago, mis dientes rechinando miles de gritos ahogados en el sufrimiento y el asco teniendo el sexo más salvaje y repulsivo que habrase visto. No podés ver sus manos rozando mi entrepierna ni sus brazos asfixiándome mientras empieza a faltarme el aire y toso y le suplico que me suelte porque me va a matar. No podés ver esa patada en el vientre y mi respiración inhalando el desesperantemente poco oxígeno que entraba, no podés ver el hambre que nadie entendió, el hambre que decidí tener, el cuerpo y las costillas sobresaliendo, como quebrando la piel, el cádaver perfecto que quería autolamer…

No. Vos solo ves una suerte de cicatrices.

A veces hay mucho detrás del cristal, el cristal que parece tan bonito, tan bello que te dan ganas de inmortalizarlo para contemplarlo eternamente…

El cristal que se rompe, se resquebraja y grita.

No.

Vos solo ves un cristal, posiblemente fuerte pero no.

¿Ves? No me ves, no me vas a ver.

No voy a permitirlo.

Piel y Warning.

Prohibido tocar.

2 comentarios:

Milkus Maximus dijo...

Es la manera más fina y estética de histeriquear que leí en mi vida :P

Nathalie X dijo...

Es mi estilo querido, es mi estilo.

Qué si no fuera histérica y turra con las minas no sería yo.

Me encanta.

Hasta que, claro, el juego deja de ser juego y ahí viene el dolor de otr@s y ya me lo veo venir, desde este tipéo y ¿qué decir?

"Soy así, querida, deberías haberlo sabido"

¿Cuando me vas a invitar a conocer a Nachito?

Extraño jugar con un niño... a decir verdad, extraño mucho jugar con un niño.

Me daría un rato de alegría eso.

Dale, invitame a conocer a Nachito un día.