Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

5.22.2007

Jugando a la muñequita insana.

Parecería que no, que nadie se dio cuenta, que dejaron pasarlo como dejan pasar a muchas tantas sonrisas ficticias.
Parecería que creen que todos estos cortes son de dolor. Nadie entende que son un halo de placer endorfinómano que juega con el sabor delicado de la sangre, buscando ver ese rojo brillante que cae casi coaguládo, esa morbidéz del tono pálido de la piel que se va tornando violáceo y luego, casi inesperadamente, cesa, para irse dejando el deseo tras su evanescencia, dejando los ojos extasiados como si acabaran de darle todo el espíritu que necesita un vampiro para vivir.

Por esos cortes, por ese “dolor” ese diagnóstico, incomprendiendo el dolor como placer.

Cuesta bastante que alguien posiblemente mire al cutting como una práctica ajena al dolor, específicamente hablando, como algo más relacionado con lo sexual, una masturbación del deseo sádico de sangre. Quizás algo relacionado con un deseo más bien necrofílico o una base algo psicópata relacionada con la idea de la esencia del cuerpo lléndose de él. Pero, irse del propio cuerpo, se relaciona con la disociación, es una práctica en la que existe una elevación del cuerpo por sobre sí, elevación de algo – no se qué es – que se manifiesta como “conciencia” o “alma” a riesgo de meterme en el misticismo.

Precisamente porque no se sabe bien lo que es.

Un collar de ahorque disocia a la persona de sí, al igual que los disociativos-alucinógenos (yo preferiría no adjudicarles el último rótulo) como la fenciclidina, el dextrometorfano o la ketamina.
El cutting es similar a hacer una herida profunda, libera endorfinas que anestesian el cuerpo en segundos, irrigando una sensación de explícito éxtasis y placer, tal cual una inyección de morfina o una toma de oxicodona. Endorfinas, las mismas aliadas de un orgasmo en el sexo y, en diferentes niveles, de una buena dosis de placer culinario (clásico del chocolate).

Ahora, la incomprensión de esto lleva a la incomprensión de una practica que se malinterpreta como episodio trastornado, depresivo, psicosomático.

Lo cual me lleva a querer refutar pues… algunas cositas.

Primero, que los cortes provienen de un episodio depresivo.

Podemos hablar, más precisamente, que provienen de un episodio de alteración de la ansiedad o de angustia pronunciada, una búsqueda por tranquilizarme, completamente ajena a lo relacionado con la depresión.
Bien podría haber estado en plena manía cuando me cortaba, sencillamente por la angustia que causa estar atada a una situación sin escapatoria, sin posibilidades de encontrar otro escape como leer, escribir, dibujar, salir a caminar.

PERO acá objeto, mientras escribo este texto me encuentro escuchando “The prodigy - Breathe” temita que me desboca el sadomasoquismo interno, que me hierve la sangre y exhacerba mis sentidos que comienzan a buscar desmezuradamente una navaja.

Me niego, repentinamente, recordando que no lo debo hacer.

Paro.

Me cuestiono.

Me niego, ¿Por qué?

Porque no lo debo es una afirmación que viene de un “me dijeron que no debo” más no de mi conciencia ética del deber. Tengo permitido hacer lo que quiera con mi propio cuerpo, lo que incluye la parafilia que se me ocurra agregarle a la lista (todavía no probé con vegetales con pinches ni creo hacerlo pero quién sabe). En caso de que lo haga no está proviniendo de un estado de alteración de la psiquis ni mucho menos. Estoy serena. Estoy hipercarburando un poco pero no es nada inusual. Estoy contenta. Estoy en un “estado de bienestar general”.

Pero quiero y me tienta la sangre, el delicioso sabor de la sangre y la piel amoretonada, las venas azuladas o violáceas y la sangre fluyendo, cayendo levemente por mis brazos, endulzando suavamente mi boca, siendo succionadas con una fuerza que pretende disociarme de mí.

Miro el collar de ahorque.

Ok y a conformarse.

Pero sigo, preguntándome, si en realidad no será una mera incomprensión social y no estoy cayendo en la moral de papél crepé que le dice a una darky de alma qué demonios hacer de sus lujurias.

1 comentario:

Mr. Hyde dijo...

me encanto, sobre todo el final. entonces, si a mi me encanta usar mascaras y atar y todo eso, tambien me estaria comportando como la sociedad dice que se deben comportar los enfermos?