Breathe

Breathe
Nunca ha habido nada, pero todo lo que hay es mío.

1.11.2007

Ama anita a Mou(s)se caria

Fragmentos del delirio.

"Crónica de una muerte anunciada" (Creo que de Gabriel García Marquez)

Página 125/126 arrancada ferozmente:

"alcanzado para cinco. Comer sin me-
dida fue siempre su único modo de llo-
rar, y nunca la había visto hacerlo. con
semejante pesadumbre. Me acosté a su
lado, vestido, sin hablar apenas, y llo-
rando yo también a mi modo. Pensaba
en la ferocidad del destino de Santiago
Nasar, que le había cobrado 20 años de
(d)icha no sólo con la muerte, sino
(a)demás con el descuartizamiento del
cuerpo, y con su dispersión y extermi-
nio. Soñé que una mujer entraba en el
cuarto con una niña en brazos, y qúe
ésta ronzaba sin tomar aliento y los
granos de maíz a medio mascar le caían
en el corpiño. La mujer me dijo: "Ella
mastica a la topa tolondra, un poco al
desgaire, un poco al desgarriate." De
pronto sentí los dedos ansiosos que me
soltaban los botones de la camisa, y
(se)ntí el olor peligroso de la bestia de
(cal)or acostada en mis espaldas, y sentí
(que) me hundía en las delicias de las
(arena)s movedizas de su ternura. Pero se
detuvo de golpe, tosió desde muy lejos
y se escurrió de mi vida.
-No puedo -dijo-: hueles a él.
No sólo yo. Todo siguió oliendo a
Santiago Nasar aquel día. Los herma-
nos Vicario lo sintieron en el calabozo
donde los encerró el alcalde mientras
se le ocurría qué hacer con ellos. "Por
más que me restregaba con jabón
estropajo no podía quitarme el olor,
me dijo Pedro Vicario. Llevaban tres
noches sin dormir, pero no podían
descansar, porque tan pronto como
empezaban a dormirse volvían a come-
ter el crimen. Ya casi viejo, tratando de
explicarme su estado de aquel día in-
terminable, Pablo Vicario me dijo sin
ningún esfuerzo: "Era como estar des-
pierto dos veces." Esa frase me hizo
pensar que lo más insoportable para
ellos en el calabozo debió haber sido l(a)
lucidez.
El cuarto tenía tres metros de la(rgo)
una claraboya muy alta con barr(as)"

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